Me gustás: me gusta cómo te vestís, cada cosa que hacés, qué y cómo decís, cómo andás y como se te ponen los ojitos cada vez que te emborrachás. Me gustás, entero, de pies a cabeza. Me gustan tus pies, tu espalda y tu nariz. Me encanta cada detalle de tu cara, cada pequita, y tu pelo despeinado o arreglado perfectamente. Me gusta cada vez que decís boludeces, cada vez que te reís, me gusta tu sonrisa y me gusta cada vez que logro tocarte, o apenas rozarte como sin querer. Me gusta cuando estás incómodo y mucho más cuando no me entendés. No te cambiaría nada de nada, encajás perfectamente conmigo. Me gustás “como para convertir en mantequilla todos los tigres de las junglas del mundo entero”. Me gustás mucho, muchísimo, demasiado.
Odio: odio que no sientas lo mismo, odio que te olvides de mí, odio que estés presente en cada momento de mi vida. Odio que mi personalidad no te cautive y que mis ojos no te provoquen nada. Odio que aunque me esfuerce, que aunque te mire, que aunque me mires siga todo igual. Odio cada vez que te demuestro todo lo que me importás no sea recíproco. Odio que mi risa no te apasione y que mi sonrisa sea solo mía y no nuestra. Odio que no quieras abrazarme y que nunca te sientas conmigo de ESA forma. Daría todo para que funcionara bien o simplemente dejara de funcionar. Y si te dieras cuenta de lo que puedo darte definitivamente mi vida cambiaría y te amaría mucho, muchísimo, demasiado.
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