lunes, 1 de diciembre de 2008

Esto lo escribí dormida. No miento. DORMIDA.

¿Qué pensaría El Quijote cuando luchaba con enemigos imaginarios? Quizás me sería útil para resolver mis peleas internas entre esto y aquello. Para él era imposible leer dos páginas seguidas, porque frente a cada episodio imaginaba mil historias:

*Imaginate… ¡imaginate el techo en los ojos de todos los muertos! Porque es lo último que ven todos. ¿Pensaste en eso?
-Ahora me resultan macabros los techos. -
Antes de dormir siempre mirá algo lindo, así en tus ojos queda algo más que un techo. O podés ser mediocre. M-E-D-I-O-C-R-E. Como mis muñecas. Como Clementine. ¡Se hermosa! Pero no podía.

*Pero igual… A mí los molinos de viento me resultan poéticos. Yo también puedo ser poeta… con una botella de vino, dos botellas, tres botellas… Dibujemos poesías de mar, aunque no me gustan sus olas saladas. Por ahí la cola de un pez y enseguida… escupo sirenas! Poemas de fotos entonces. Si se me vienen a la cabeza las escribo. ¿Cómo escribo tu nariz? Explico tus hombros, ahora beso tu espalda. Acaricio tus pestañas y te exploro el pelo, entendés mis manos…

*
Ya no hay cuentos para mí, mi amor. Están todas las piezas jugando.

*Nosotros vamos a volar al suelo, no llegamos más arriba. No hay mayúsculas, pero cuando quieras te invito al vacío, a dormir adentro mío.

*Yo, en cambio, ¿te di razones para que te olvides? Construíme el cuerpo. ¡Agarrá los algodones! Fabricá moños de palomas.

*Vos aturdís la música, ¿sabías? Pero si me das un poquito de gritos prometo envolverte en silencios, y en el medio de las voces… darte la jungla. Si todos los nadies terminan en contra tuyo vos cantá, yo canto con vos.

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