lunes, 25 de mayo de 2009

Araca, corazón, callate un poco...

SEG: La realidad nos ha olvidado y lo malo es que uno no se muere de eso.
CAR: Ya no existe la realidad.
SEG: Sin embargo cumplimos años, perdemos la frescura, las ganas... Perdemos... Car, ¿no es eso la realidad?
CAR: Entonces la realidad no nos ha olvidado.
SEG: ¿Y por qué decís que ya no existe?
CAR: ¿Puede darse algo más triste que esta conversación?
SEG: Quizás es triste porque no hacemos nada.
CAR: No hacemos nada pero lo hacemos mal.
Pausa.
SEG: Creés que sos el único que sufre en este mundo porque quisiste un triciclo y no te lo dieron. ¿Te creés muy importante, verdad?
CAR: Muy.
SEG: Esto no anda. Pensé que criticarme me divertiría.
CAR: Te dejo.
SEG: ¿Tenés que hacer?
CAR: Tengo.
SEG: ¿Hacer qué?
CAR: Mirar el montón de manos de muñecas que hay en la azotea de Angelo, el que fabrica muñecas.
SEG: ¿Y para qué mirar manos sin brazos?
CAR: Miro manos chiquitas para que se apaguen mis rumores (canturrea): "Araca, corazón, calláte un poco..."
SEG: ¿Para qué diablos querés apagar tus rumores?
CAR: Me hablás con desprecio.
SEG: Perdón. (Pausa. Más fuerte). Que conste en los complejos anales de nuestra historia que dije perdón. Y vos, como si nada. No sabés cuánto desprecio a los
que no se interesan por mí.

[Alejandra Pizarnik - Poseídos entre las lilas]

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