domingo, 24 de mayo de 2009

La vida es una herida antigua...

CAR: Quiero irme, trato de irme.
SEG: No me querés.
CAR: No se trata de eso.
SEG: Antes me querías.
CAR: Recordaré tu palidez legendaria, tu aversión al arrabal...
SEG: Qué vida fácil tenés.
CAR: ¿Y a esto llamás vida?
SEG: Y yo con el corazón olvidado del ritmo, con los pulmones desgarrados, yo tratando de encontrar, sola, a solas, en soledad, encontrar, a fin de pintar, de escribir.
CAR: Pero está el mar, la gente, las estaciones, los suburbios...
SEG: No quisiera pintar ni describir una cara ni un acantilado ni casas ni jardines, sino algo más que todo eso, algo que si yo no lo hiciera visible, sería suna ausencia.
CAR: Si yo fuera escritor describiría (canturrea): el "dramón de la pálida vecina/que ya nunca salió a mirar el tren". ¿No te conmueve esa renuncia al uso de los ojos?
SEG: Que se joda por coger para joderse.
CAR: Cuando entrás en el seno de la obscenidad, nunca más se te ve salir.
SEG: La obscenidad no existe. Existe la herida. El hombre presenta en sí mismo una herida que desgarra todo lo que en él vive, y que tal vez, o seguramente, le causó la misma vida.
CAR (canturreando): "La vida es una herida antigua..."
SEG: Todo, hasta el tango me da la razón. Pero ¿para qué me sirve tanta razón?
CAR (recitando): Amputada de sí misma y de esa clara razón sin la cual somos apenas maniquíes, apenas bestezuelas.
SEG: Qué tango paleolítico.
CAR: Lo trajeron los hermanos Pinzón, o Cabeza de Vaca, o tal vez Cabello y Mesa junto con López y Planes.
SEG: ¿Quiénes son López y Planes?
CAR: Los trillizos que hicieron el himno nacional.
SEG: Mi único país es mi memoria y no tiene himnos.


[Alejandra Pizarnik - Poseidos entre las lilas]

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