domingo, 17 de octubre de 2010

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?

Lo que le pasa es que no dispone de tiempo, pero le sobran los minutos para extrañarlo.  No le hacen falta más que los escasos segundos entre distención y pensamiento para que su nombre reaparezca y la persiga durante todo el día.
Lo que le pasa es que mentiría si dijera que no marcó su vida para siempre. “¿Seré yo o seré él?” se pregunta cada día sin llegar a ninguna conclusión.
Lo que le pasa es que no le duele más, no condiciona cada paso que da o cada cosa que hace como en otro tiempo, pero cada tanto siente necesidad de él y trata de nuevo de sacarlo de la galera.
Lo que le pasa es que aunque no le pasa lo mismo, no se olvidó y no sabe cuándo lo hará… él era su abrigo y su contención, y cree que aún no ha dejado de serlo. Teme el día que la tentación supere a la voluntad y ocurra lo que, sabe, no tiene que ocurrir.
Lo que le pasa es que siente que han quedado muchas cosas pendientes, proyectos imaginados y reimaginados que no tuvieron tiempo de realizar. Le quedaron muchos besos en la boca e ideas y momentos y sentimientos… Tantas cosas que no sucedieron, tantas caricias que no se dieron, tantos juegos. Tantos abrazos desnudos de fin de semanas enteros.
Lo que le pasa es que le da miedo decirlo, pero la realidad es que la idea del reencuentro le da más miedo todavía. Porque es consciente que ante el primer descuido tropieza con su recuerdo, en cualquier momento, en cualquier lugar y las lágrimas y las sonrisas…
Lo que pasa es que “lo quiso sin querer y más que a nadie”; él la invadió sin aviso, sin permiso… Y así también se fue.
Y es que el destino así obró, porque fueron artéfices y porque fueron lo que fueron… Pero sabe, en lo más profundo, que prevenir es mejor que curar y él, entonces, está prohibido.

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